Lo más probable es que nuestra infancia haya marcado en algún punto lo que somos hoy en día, dejando huellas que continúan vigentes.
Recordar lo que fue mi infancia me ha llenado de emoción. No es que no lo haya hecho nunca, sin embargo no es algo que haga todos los días, por lo menos no tan en profundidad.
Para mí fue un momento increíble, en donde pasé muchas horas jugando con amigos en la calle, sintiendo que los permisos para ir a la plaza, (la que quedaba a no más de 1 cuadra de mi casa), era como ir de viaje a un lugar realmente lejano, para el cual no podía olvidar mi cantimplora y mi linterna.
Fueron los primeros momentos en los que sentí el rigor de un castigo por haber hecho algo malo. Los primeros momentos en los que comprendí que todo lo que hacemos genera un efecto (en nosotros o en otras personas) y que muchas de estas cosas que hacemos son perdonadas sola y únicamente porque somos niños.
En fin, creo haber sido tremendamente afortunado con una infancia plagada de momentos alegres, con muchas reuniones familiares y mucho amor, sin embargo no estuvieron ausentes las lágrimas y angustias también.
MANAL IDDOUB
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