miércoles, 16 de noviembre de 2016

ATMÓSFERA




El frío hace que pasear por estas calles sea más intenso, no es un frío al que estoy acostumbrada. Abrigada hasta el cuello, no puedo dejar de mirar a mi alrededor y fijarme en todos y cada uno de los enormes edificios que se encuentran ante mis ojos, quisiera poder guardar esa sensación por siempre. Pero me detengo en cuanto veo algo fuera de lo común, algo que llama mi atención. Escucho al grupo moverse hacia delante mientras yo me quedo quieta frente a aquel edificio negro como el carbón, negro en su totalidad. Las ventanas oscuras se extienden a lo largo de todo el edificio, no cuento cuántas hay, porque son demasiadas. No me da tiempo a hacerle una fotografía en condiciones por el hecho de que mi profesor grita mi nombre para que corra junto a ellos y rápidamente aprieto el botón para congelar la imagen en mi móvil mientras me  alejo. Miro la foto una vez he llego al hotel, no pude dejar de pensar en lo extraño de aquella estética tan diferente al resto. Me doy cuenta que no ha sido una gran foto, pero me da igual, mañana volveré a esa zona y podré observar detenidamente ese edificio tan bonito a mis ojos.  Creo que Nueva York no trata sólo de los grandes edificios significativos, sino de los edificios que te hacen sentir algo nuevo.

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